La Partida de un Rey. Adiós a nuestro Obispo.


30 de mayo 2008

Existen momentos en la vida de un pueblo cuando el corazón se encuentra dividido. Es el sentir de toda nuestra iglesia, esparcida a lo largo de todo Chile, como también en el extranjero, en donde nuestra organización tiene representación; es a saber, Argentina, Suecia, Francia, España, Estados Unidos, Canadá y Australia.
Por un lado, nuestro corazón se estremece por el cuadro glorioso que el cielo ha de haber vivido hoy, cuando un gran Profeta llamado Carlos Sergio San Martín Pulgar recorrió las calles de oro, repletas de ángeles aplaudiendo sin cesar. Nuestra mente limitada no alcanaza a imaginar la gloria vista en aquel lugar. Se trata de un hombre valeroso que encendió la llama del Espíritu Santo en los corazones de una sencilla nación al extremo sur del mundo. Todo su esfuerzo, entrega y pasión por Jesús y su obra, fue recompensado por aquel que es fiel al galardonar. Su vida no pasó inadvertida para el cielo. Su enfermedad, que le acompañó sus últimos años de ministerio, se transformó en un simple recuerdo al abrazar a su más grande amor: Jesús. Muchas veces le oímos cantar acerca del personaje especial que caminaba junto a las riberas del gran Jordán, hoy le vemos caminar de su mano por las riberas del gran río que recorre la nueva Jerusalén. No existe mayor reconocimiento que el que su propio hacedor dio a nuestro amado Obispo.
Por otro lado, no podemos esconder nuestro profundo dolor ante su partida. Nuestro corazón se inunda de lágrimas al sentir la separación de nuestro Padre espiritual, quien diera origen a nuestra organización y la dirigiera con visión por muchos años. Fuimos bendecidos a raudales por las palabras salidas de su boca. A través de sus labios recibimos profecía de Dios y su amor y preocupación dejó una huella indeleble en nuestra Iglesia. Lloramos la partida de un gran Pastor, al agrado del corazón de Dios. Chile perdió a un gran baluarte, el cielo ganó a un héroe. Todo un pueblo le extrañará. Linares le recordará por siempre.
Una dulce esperanza nos alienta; saber que un día recorreremos esas mismas calles y daremos testimonio al cielo que la obra que nuestro amado Obispo realizó dio fruto de salvación en nosotros y en nuestras familias. No dudamos que nuestro Señor, que conoció de nuestras penas, no tardará en dar paz a nuestros corazones. Nuestra condolencia formal y nuestro apoyo espiritual es para toda nuestra congregación en Chile y el mundo.
Cuando nuestros hijos visiten nuestro Templo Central sabrán que el nombre de aquella calle es el nombre de un grande. Nosotros hoy sabemos que aquel grande heredó más que un nombre en una calle santiaguina, heredó una morada construida por la propia mano de Cristo.
Amado Obispo Carlos Sergio San Martín Pulgar… ¡En el cielo nos veremos!

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